miércoles, 3 de septiembre de 2008

INCERTIDUMBRE

Tantas veces me he lanzado a la aventura que esta vez simplemente pensé, ¿por qué no? Y me agarré a la incertidumbre como si de mi única posesión se tratase, quizá lo fuera. Aquello que parecía seguro se había convertido en una locura y me había causado demasiados males, así que pensé que en este mundo al revés podía resultar mucho más sano romper con lo habitual y caminar hacia lo desconocido. Gran decisión.

Heisenberg en su principio de incertidumbre afirmó que es imposible medir simultáneamente de forma precisa la posición y el momento lineal de una partícula y, ¿no es eso la vida? ¿acaso no es imposible controlar todas las variables que nos afectan? O mejor aún, ¿no es casi siempre imposible controlar alguna de ellas?

Los días pasan, y nos dedicamos uno tras otro a hacer las mismas cosas, nos programamos y organizamos, aunque sepamos que no cumpliremos con nuestros planes tan estrictamente como nos hemos propuesto. Hacemos reglas para romperlas, y horarios para incumplirlos. Trazamos el guión de nuestras vidas en una monotonía absoluta, pero es justo lo que nos saca de ella aquello que recordamos en épocas posteriores porque, a fin de cuentas, ¿quién quiere días gemelos, ni amaneceres iguales?

Más allá de nuestros planes y proyectos está lo imprevisto, como el refranero popular muy sabiamente refleja: el hombre propone y Dios, o quien sea (esto lo añado yo), dispone. Buscamos seguridad en rutinas y costumbres, y nuestra propia naturaleza y el acontecer de la vida nos alejan de ambas, negándonos la comodidad que da el aburrimiento y la premeditación. Gracias a Dios, o a quien sea, solo nos queda la incertidumbre.

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