Sé que la espera es mi camino, y que la paciencia es la virtud que necesito,
pero el conocimiento no es razón suficiente para que mi corazón responda a esas exigencias.
No quiero más que verte, y los días se me hacen largos hasta que lo consigo, aunque observarte mirando a otros ojos me queme, aunque me abrase contemplar tu mano sobre un brazo ajeno.
Y aún así sigo buscando lo mismo, que tus minutos sean los míos, que tus palabras sean para mis oídos, que tu mirada termine reclamándome, que tu sabor vuelva a mis labios.
Fumo y bebo, solo como acto reflejo ante la casi indiferencia, escucho tus palabras esperando que me nombren indirectamente, entresacando conclusiones dónde no las hay, buscando fehacientemente algo reconfortante que termine de alegrar mis horas.
Me das la mano y te siento, tus dedos entrelazados con los míos, mi mirada clavada en tu nuca, mis caricias buscándote entre canciones.
Me siento indefensa, vulnerable, sé lo que debería hacer, y conozco nuestro acuerdo, pero no hay palabras que me sirvan de aliento, solo momentos contigo.
No te vayas nunca, porque mi aire se irá a la vez; no te alejes, pues la distancia se hará dolor; no sueltes mi mano, o caeré de nuevo.
Si los celos me consumen, que lo hagan, pero no dejaré de pasar mi tiempo a tu lado, no abandonaré el compartir ni un solo segundo, ni olvidaré que lo que siento me hace débil pero feliz, a veces.
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