lunes, 1 de noviembre de 2010



El frío se cierne sobre nuestros cuerpos, y el invierno toma el control de la ciudad. Caminamos como fantasmas encogidos por las calles, serios, concentrados en que cada gramo de grasa corporal sirva como forro de nuestro abrigo y nos proteja del inclemente tiempo.
Invierno, dejas de ser una estación para convertirte en un estado de ánimo. El cielo se vuelve gris, el vestuario se vuelve gris, nosotros nos volvemos grises. Atrapados.


Atrapada.


Y sin embargo, huyo a menudo a nuestro paraíso de cuerpos templados y de historias sin final. De encuentros imposibles e inevitables. De sentimientos encontrados. De odioso amor y de odio amable. De mutua adicción. De contradicciones. 


Atrapada, sí...  pero no sé donde. 

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