/Blog = Contenedor de vómitos, sin hilo conductor, más que mi propia historia/
Hablemos de hidrodinámica. Los flujos laminares son los movimientos de un fluido cuyas partículas están perfectamente ordenadas, haciendo que dicho fluido se desplace en estratos paralelos sin entremezclarse. Por el contrario, los flujos turbulentos son aquellos en los que las partículas del fluido se mueven caóticamente formando remolinos que hacen que la trayectoria del mismo sea impredecible.
Y ahora hablemos de suicidio. Suicidio moral, claro. Que ya llevo tiempo cogiendo carrerilla y otro tanto cayendo abismo abajo. Pocos asideros me quedan ya, y sigo prendiéndoles fuego en la caída, no me preguntes porqué. Y cómo he llegado yo a esto si nadie me enseñó a ser kamikaze. Aunque igual para darse hostias no necesita una ayuda. Hostias morales, claro. Quién dijo miedo. Tal vez busque ser despojo, para renacer y volver a empezar, tal vez se me hayan acabado los parches y por este motivo juegue a la autodestrucción.
O tal vez solo sea una corriente turbulenta intentando sobrevivir a mi caos, pretendiendo llegar al final al menos en las mismas condiciones en las que empecé el viaje. Pero siempre se pierden prendas por el camino. Otras se ganan, sin saber a qué precio. Todos anhelamos el caos, e incluso lo buscamos vehementes, nos atrae y atrapa hasta que su propia complejidad nos sobrepasa. Hasta que somos conscientes de no entender la ley de que no hay leyes. Por eso es tan fácil enamorarse, perderse en ese caos primigenio que nos abstrae hasta el origen de la especie, déjà vu evolutivo en donde nos abandonamos, y abandonamos toda responsabilidad de mantenernos en esta realidad. Turbulencia suicida. No sé cómo esquivar las balas, ni si soy yo quien dispara. Y así sigo viviendo. Al límite. Sacando poco a poco el pie fuera del tiesto a ver qué sucede. Paso a paso hasta que me atropelle el tren, o llegue mi redención.
domingo, 22 de julio de 2012
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