lunes, 12 de enero de 2009

REGRESO...

Regreso al mundo en el que una cama no es tal, no es más que una fría plancha de acero, una inhóspita estepa en la que intento conciliar el sueño (sueño: medio de comunicación metafísico entre amantes), arropada por el calor que aún pervive en mí, superviviente a los bajo cero y a los kilómetros.


Me subo a mi bicicleta onírica con un cerrar los ojos, y retorno al punto de partida, en el que el alma se vence al cuerpo demostrando la capacidad ignífuga de nuestra piel ante este fuego eterno, que nos consume sin quemarnos. Fuego eterno que no es castigo, sino regalo, de mi para vos, de vos para mi, y así sucesivamente…


Abro los ojos y nieva en mi habitación… ¡no! La palidez de mi realidad es por tu ausencia, no por la nieve… Los colores han perdido intensidad, quizá porque mis ojos han vuelto a ser marrones, comunes y corrientes, y veo el mundo como la mayoría lo ven, descolorido, difuminado.


Regreso al mundo en el que el amanecer es el comienzo del día, no el final, el mundo donde estás sin estar, y la nostalgia es el sentimiento más pródigo. Regreso a mi mundo…